Disclaimer: Los personajes pertenecen
a J.K Rowling. Yo solo soy una fanática que los utilizó para crear esta
historia. De modo que, la trama es completamente de mi autoría.
Summary:
Después de que
Bellatrix Lestrange matase a Sirius Black en el Departamento de Misterios, éste
llega al cielo en donde se reencuentra con James y Lily Potter. Y aunque, en un
primer momento, se siente desconcertado por la situación, luego de unas horas
todo se vuelve más interesante de lo que creyó en un principio, ya que
comienzan a llegar las personas que lucharon en la guerra de Hogwarts, ¿quién
dijo que estar en el cielo era aburrido?
Capítulo
1: Reencuentro
¿Estaría
muriendo?, ¿sería aquel el último instante de su miserable y patética vida?,
¿esto se sentía morir? Francamente, pensó Sirius Black cayendo a través del
velo, no lo parecía en lo absoluto; porque sentía sus ojos adormecérseles a causa de la fatiga y su cuerpo tornarse tan ligero como una pluma.
Su respiración se pausó unos segundos, pero aún así comprendió que estaba
entrando en la fase del primer sueño -o
que se desmayaba -, de ninguna manera esto se asemejaba a la muerte. Era
simplemente irse a dormir luego de un día largo y agitado.
De
improviso, se precipitó a la superficie
y profirió un grito ensordecedor debido a que caería al suelo y se daría un
buen golpe en la cabeza. En efecto, cuando cayó en el pavimento se la golpeó fuertemente. Se llevó, entonces,
una mano a ella y emitió un pequeño: << ¡Auch!>> El golpe le había
dolido bastante. Otro signo, pensó, de que no estaba muerto y que había
despertado a consecuencia de dicho golpe.
Lentamente
se puso de pie, se sacudió la túnica y
alzó la vista. Sus ojos, al ver el lugar en donde se hallaba, se abrieron
ampliamente.
¿De ninguna manera existía un territorio así
en ninguna zona del globo terráqueo?
Recapacitó
incrédulo.
No
podía ser posible que existiese algo así. Debía y tenía que ser una alucinación
que le mostraba su inconsciente para engañarlo o jugarle una broma cruel.
Frotó,
acto seguido, sus ojos y se pellizcó el brazo para asegurarse que no estaba
soñando. Efectivamente no era un sueño, porque esa acción le había dolido tanto
como el golpe en la cabeza. Gruñó enojado, pero ni con eso fue capaz de dejar
de admirar el sitio en donde se encontraba.
El
lugar era inmenso, tan inmenso que Sirius especuló que no tenía un final inmediato. Sin embargo divisó,
a unos tres metros, una escalera larga y
angosta, la que subió peldaño por peldaño -sin saber por qué lo hacía - hasta que llegó a otro sitio donde observó un
portón gigante y detrás de aquello, a unos cinco metros, una piscina con una
estatua la cual lanzaba agua por un orificio y, decorándola, cuatro árboles y un montón de flores. Acompañaba a esa singular decoración un angosto pasillo con
cerámicos brillosos.
¡Genial!
Pensó, rodando los ojos, me estoy
volviendo loco o tengo alucinaciones, ¡fantástico!
No
obstante, con las manos detrás de su espalda y emitiendo un pequeño silbido,
atravesó ese portón y comenzó a caminar lentamente por el lugar admirando cada
detalle del sitio: Arbustos, flores, estatuas, pequeños lagos, caminos con
baldosas, casas, paredes adornadas con guirnaldas. Parecía una pequeña ciudad,
pero había algo en ella que no lograba descifrar y que la hacía diferente a
cualquier otra, aunque no sabía qué podría ser esa cosa que hacia la diferencia.
Nada
tenía sentido para él. Absolutamente nada. Siguió caminando con el ceño
fruncido y sin entender ningún ápice de
lo que sucedía a su alrededor, ni pretendía comprenderlo en un futuro cercano.
Tenía asuntos importantes que hacer en ese momento, sin embargo, no podía
recordar qué cosas podrían ser. Era como si alguien le hubiese sacado los
recuerdos de su mente y por más que intentase recordarlos, no llegaban a él. Este
lugar, recapacitó, lo estaba trastornando física y psicológicamente.
Harry Potter.
Dijo,
entonces, su voz de la consciencia,
recordándole lo que hace unos instantes
- o quizás horas atrás - acontecía en el
Departamento de Misterios.
¿Qué le habría
pasado a su ahijado?
Preocupado,
echó a correr buscando el medio de volver suponiendo que debía estar en una de las tantas
habitaciones prohibidas del Ministerio de Magia y que, de un instante a otro, encontraría
una puerta que lo llevase de nuevo a la batalla con Bellatrix Lestrange, su
queridísima prima.
Corrió,
corrió y corrió, pasando por varios pasillos de similares características a los
que vio al llegar; pero en ningún momento apareció aquella anhelada puerta.
Desesperado por lo que podría estar sucediéndole a Harry, se arrodilló en el
suelo, se tomó la cabeza entre las manos y empezó a sollozar. El tiempo parecía
avanzar cada vez más rápido mientras él lloraba por su mala suerte.
No. No. No
Él no podía perder el tiempo ni sentir
debilidad en esos instantes. Él debía encontrar aquella maldita puerta y volver
con su ahijado. Se lo debía por todos años en que estuvo ausente y,
especialmente, se lo debía a sus amigos; James y Lily. Él tenía que ponerse de
pie y seguir buscando esa puerta, costara lo que le costase.
De
un salto, se puso de pie y reanudó su búsqueda; sin embargo, entre más corría,
más le parecía que no había un fin en aquel misterioso lugar. Los minutos,
según le pareció, trascurrían demasiado rápido mientras seguía corriendo,
buscando una estúpida puerta la cual no aparecía por ningún lado.
De a poco comenzó a perder las fuerzas,
sintiéndose cansado y mareado a causa de la exploración. La respiración se le
entrecortó y se le agitó. Asustado, se llevó una mano a su pecho antes de
arrodillarse en el suelo una vez más. Necesitaba recargar sus energías para
seguir con su misión.
Cuando
las hubo recargado, diez minutos después, siguió la búsqueda. No obstante, tres minutos más tarde, se
detuvo y su boca, nuevamente, se abrió ligeramente.
¿Un parque con
columpios, bancas y personas en medio de una habitación del Ministerio?, ¿Era
real? , ¿Era posible?
Un
gran no se apoderó de él. Esto era irreal. Era imposible.
Aunque
anteriormente, se dijo, había pensando que era una ciudad y claramente el
parque era una parte esencial de cualquier ciudad.
Se
sacudió, entonces, la cabeza. Nada tenía sentido en esta… ¿ciudad?, ¿habitación
prohibida del Ministerio? Definitivamente algo era, el único problema es que no
lo sabía. En ese momento, algo lo sacó de sus pensamientos: Una risa sofocada.
Enojado
por aquel sonido, miró en todas las direcciones cruzado de brazos, intentando
ver a la persona que emitía esa risa. Durante unos segundos, no vio a nadie;
pero pasados unos minutos notó algo que lo dejó en transe.
Imposible. No puede
ser. Es irreal, a menos que…
Meneó
la cabeza intentando salir de ese estado. Lo logró a duras penas, ya que las
personas que estaba viendo debían estar muertas hace muchísimos años. Y si los
veía, eso significaría que él también estaba muerto.
—Vamos, Canuto— le
habló James Potter, frunciendo el ceño—. Parece que has visto a un fantasma.
— ¡James! — le
regañó Lily Potter, pegándole en la nuca. James profirió un << ¡Auch!, ¡Eso
me dolió, Lils!> > antes de que ella continuase reprendiendo a su marido—.
Sabes que es difícil asimilar que uno está muerto cuando llega aquí.
Sirius tragó
saliva, nervioso y entrelazó sus traslucidos dedos.
Muerto.
Muerto. Muerto.
La palabra se le
quedó grabada en su cerebro, repitiéndose una y otra vez en su mente como si
fuese un eco.
Estoy
muerto. Bien muerto.
Se dijo,
suspirando lentamente al cabo de un segundo.
Dale, lo aceptaba
de buena manera; sin embargo, había
dejado solo a Harry sufriendo la
persecución de Voldemort y de sus seguidores. Además, siendo tratado como un
mentiroso por la comunidad mágica por haber presenciado el regreso del
innombrable y siendo humillado por los Dursley.
E independientemente
a que tuviese a Ron, Hermione, Remus,
Tonks, Albus Dumbledore y los Weasley cerca de él, aún se sentía desdichado al morir en esos momentos, dejándolo con todo aquello
sobre sus hombros, ya que él, Sirius
Black, era su tutory tenía el deber de
protegerlo de cualquier cosa y nada podía ser más horrible que comprender que
él jamás estaría con su ahijado para darle consejos o hacerlo sentir bien. Se llevó, entonces, una mano a su afligido
corazón. Harry lo pasaría mal cuando asimilase que él ya no pertenecía a su
mundo.
Pero aún así
esbozó una gran sonrisa. Sus dos amigos, sus queridísimos amigos se encontraban
parados frente suyo, mirándolo con una
expresión desconcertada que casi le hizo reír; sin embargo, se contuvo. Sirius
no se podía reír de sus rostros cuando recién veían reencontrándose luego de
tantos años separados a causa de la muerte.
Entonces sin
pensarlo, se abalanzó sobre James; no obstante, no lo abrazó como tenía
previsto sino que lo traspasó y quedó tendido en el suelo una vez más.
— ¡Maldita sea! —
gruñó, parándose bruscamente—. Otra vez lo mismo.
—No te enojes,
Canuto— James rió disimuladamente—. Cuando se llega aquí, pasa eso.
— ¡Eh! — soltó,
abriendo sus ojos absolutamente perplejo.
Lily bufó y rodó
los ojos. Ella seguía igual a como él la
recordaba: Alta, pelirroja, ojos color verde esmeralda y el mismo carácter que
siempre la había caracterizado. James, en tanto, seguía con el idéntico cuerpo
y contextura que tuvo en vida: Algo flacucho, medio alto, ojos color avellana y
con su cabello azabache indomable.
Todo parecía como
en aquellos viejos tiempos. Esos tiempos que jamás olvidaría: Sus andanzas en
el colegio, las noches a la luz de la luna llena y las bromas junto a Remus y a una cierta rata
traidora. Era tanto lo que habían vivido que parecía una mentira que nuevamente estuviesen juntos.
Quiso sollozar, pero se contuvo.
—Lo que quiere
decir mi marido, Sirius, es que cuando
llegas aquí y te das cuenta que estás muerto, buscas desesperadamente a
alguien conocido y cuando lo encuentras e intentas abrazarlo, lo traspasas
porque no estás acostumbrado a ser un alma debido a que piensas que todavía
tienes un cuerpo sólido.
—¡Oh! — exclamó,
rascándose la cabeza.
—Te cuesta dominar
el tacto de alma a alma. Es algo sumamente complejo— añadió James con un gesto
pensativo—. Pero no hablaremos de eso ahora.
Y dicho eso, James
lo abrazó fuertemente. Por unos segundos, Sirius se quedó absolutamente quieto,
sintiendo los brazos de su amigo sobre él. Pero luego, se movió y quiso abrazarlo para que su amigo sintiese
cuánto lo había extrañado. De inmediato recordó que no lo podía abrazar, porque
no sabía esa cosa del tacto de alma a alma, lo cual era sumamente curioso e
intrigante. Suspiró rendido y dijo:
—Te extrañe,
Cornamenta. No sabes cuánta falta me hiciste todos estos años.
—Yo igual, Canuto.
Sirius le sonrió,
sintiendo caer unas lágrimas por sus mejillas. James imitó el gesto, sollozando.
En ese momento Lily, quien miraba la escena gimoteando, se le acercó y lo besó
en la mejilla.
—Nos hiciste
falta, Sirius, y mucho. Añorábamos tu forma de ser.
Sirius ensanchó
aún más su sonrisa, todavía llorando. Se sentía dichoso de volver a estar con
dos de sus amigos después de haberlos perdido.
—Te vez tan viejo
y canoso, hermano— se rió James—. Y yo tan joven.
—¡Oye! — resopló
Sirius, secándose las lágrimas—. Yo seguía viviendo en la tierra, lo cual me
hizo envejecer.
—No como yo, que
llegué acá y me quedé con mis veintiún años para toda la eternidad— James
hinchó el pecho orgulloso, mientras Lily rodaba sus ojos.
—Exacto—sonrió
Sirius—. Aunque eso te hace menor que mí. Tú eres un jovenzuelo y yo un adulto
responsable. Me debes respeto, Cornamenta.
—¡Mentira! — James
se cruzó de brazos enfadado—. Soy tan adulto como tú mismo.
—Absolutamente no.
Yo seguí avanzando en el ciclo de la vida y lo sabes.
—No, yo soy un adulto.
—Un adulto joven y
yo todo un adulto, admítelo, Cornamenta.
Dicho eso, Sirius
rió y James imitó su gesto aunque se encontraba irritado, ¡cómo había extrañado
sus conversaciones sin sentido!, ¡cuán dichoso se sentía porque podrían volver
a ser lo que eran en vida!, ¡cuán agradable era todo esto!
Aun no podía creer
que estuviese muerto y con dos de sus mejores amigos. Esto era magnífico, a
pesar de haber dejado a su ahijado solo.
— ¿Qué les parece
si mejor nos vamos a la casa? — preguntó Lily, sacándolo una vez más de sus
pensamientos y tomándole la mano a James. Ella se veía radiante por la escena
que acababa de presenciar—. Nos sentiremos mejor conversando allá que acá.
—Espera—dijo Sirius,
pasándose una mano por el rostro—, ¿tienen un casa?, ¿aquí?, ¿justo aquí?
—No viste los
caminos y las casas mientras corrías, Canuto.
Sirius se puso una
mano en la barbilla. Claro que había visto las casas mientras corría para
buscar esa puerta que jamás apareció, pero en ese instante había pensando que
aún se encontraba vivo, no muerto. Suspiró y se frotó la sien. Tenía tantas
dudas sobre este lugar y cómo desenvolverse en él que ya no quería ni pensar.
—Muy bien, vamos a
su casa. Quiero conocerla.
Lily esbozó una
amplia sonrisa antes de ponerse a caminar junto a su marido. Sirius caminó muy cerca de ellos con millones de preguntas
que hacer cuando estuviesen en la comodidad del hogar Potter.
Se preguntaba, eso
sí, cómo serían las casas en este mundo, que él apodó cielo. Además, le
intrigaba la vida que llevaban las almas, ¿sería tan igual a la tierra?, ¿o
habrían diferencias notables? Meneó la cabeza para sacar esos pensamientos de
su mente, porque lo sabría en unos cuantos minutos más o eso era lo que creía.
No obstante,
seguía preocupado por la suerte que tuvieron Harry, Ron, Hermione, Luna,
Neville y Ginny en el Departamento de Misterios. Rogaba que los seis estuviesen
a salvo en Hogwarts, específicamente en la enfermería, recuperándose de las
heridas que sufrieron. También pedía que nunca más se volviesen a involucrar en
asuntos tan peligrosos como ir al Ministerio sin permiso de nadie; pero de
igual forma estaba seguro que pedir algo así era casi imposible dado a todo lo
que todavía le faltaba por enfrentar a su ahijado.
Suspiró resignado.
Harry jamás se mereció tener que afrontarse a esas cosas a causa de un ser
despiadado como Voldemort. Él se merecía haber tenido unos padres cariñosos, un
padrino consentidor, una niñez y adolescencia normal, y una vida como la de
cualquier otro.
Sin embargo, aún
tenía la esperanza que cuando la batalla se terminase – y rogaba a quien sea
que fuese Harry el que venciese - él
pudiese tener todo aquello que le fue arrebatado a tan corta edad. Deseaba que
su ahijado no tuviese que preocuparse por magos malignos y que tuviera una vida
plena y feliz. Lo anhelaba de todo corazón.
—Llegamos—anunció
Lily, sacándolo de sus pensamientos.
Sirius se sacudió
la cabeza y miró la casa enfrente de él.
Su mandíbula cayó al instante.
¿Una
mansión?, ¿una inmensa mansión?, ¿aquí vivían sus amigos?, ¿en el cielo también
existía la dicotomía de pobres y ricos?
Era completamente
absurdo, una total locura.
—Pasa, Canuto. Y no
te quedes mirando como bobo la casa.
Sirius dudó que
esa mansión con un inmenso jardín fuese una simple casa, pero aún así asintió y
siguió a su amigo.
Cuando entró en
ella, su mandíbula se volvió a desencajar, ya que el interior era más espectacular
que el exterior: Los muebles relucían como si fuesen nuevos, los sofás de
cueros, las mesas de nueve sillas estilo colonial, las estatuas, plantas,
cuadros y otros adornos daban la sensación de estar en la tierra, concretamente
en una mansión lujosa.
—¿Una mansión?,
¿viven en una mansión? —preguntó Sirius estupefacto.
—Es un tema que te
explicaremos en breve— le aseguró Lily, yendo a otra habitación que supuso
debía ser la cocina, si es que en el cielo también comían.
—Cornamenta—llamó
a su amigo, viendo a Lily desaparecer y dejándose caer en un sofá.
—Dime, Canuto—
James imitó la acción de su amigo.
—¿existen los
pobres y los ricos en el cielo? Es que me parece muy extraño que sea tan igual
a la tierra, donde la gente vive en una desigualdad social enorme.
—Paciencia, Canuto.
Te aseguro que pronto entenderás lo que pasa aquí.
Sirius asintió no
muy convencido. Era insólito para él que esas distinciones sociales existiesen
en un lugar como este. Sin embargo, decidió hacerle caso a su gran amigo.
—¿Cómo es la vida
acá? — le preguntó, al cabo de unos segundos, Sirius, echando un vistazo a las
paredes y los adornos.
—Demasiado
tranquila, sin presiones— sonrió James.
—Cuando dices sin
presiones te refieres a que no hacen nada— interrogó él, levantando una ceja.
—No trabajamos ni
estudiamos, si es a lo que te refieres—James seguía sonriendo, mientras Sirius
lo veía perplejo—. Nos dedicamos a reflexionar, conversar, ir y venir de un lado al otro, y otras
actividades interesantes.
—¡Qué aburrido
suena! — exclamó, suspirando.
—No es aburrido y
te darás cuenta pronto por qué.
Sirius resopló,
viendo a su gran amigo esbozar una inmensa sonrisa. Él seguía dudando que las
cosas que mencionaba tuviesen algo de divertido, sobre todo eso de reflexionar,
¿qué se suponía que tenían que pensar?, ¿cosas terrenales?, ¿de la aburrida
vida que llevaban?, ¿de las conversaciones acerca de su vida en la tierra?, ¿de
qué significaba ser almas?, ¿ir de visita a otras casas para seguir
conversando?, ¿ir al parque? No tenían ninguna entretención para él las
actividades que le nombraba James. Y ahora tendría que pasar una eternidad en
el cielo, haciendo esas tareas. Resopló fastidiado. Lo único bueno del asunto
era que estaría con sus dos amigos.
—Canuto, sígueme—le
habló James, sacándolo de sus pensamientos.
Instantáneamente, Sirius
se puso de pie y comenzó a caminar, siguiendo a su amigo del alma. Pero al dar
dos pasos, paró abruptamente.
—¿Y la pelirroja ,
dónde está? —le preguntó, mirando a todos lados para buscarla.
—No te preocupes,
no espera en esa habitación—James la apuntó con unos de sus dedos—. Tuvo que
hablar con una secretaria.
—¿Secretaria? —le interrogó, atónito.
—Te darás cuenta
en breve de qué hablo.
Dicho eso, James
siguió avanzando. Sirius se apresuró a llegar a su lado con miles - o quizás
millones - de preguntas en su interior. Cada minuto que pasaba, más se
confundía. El cielo era completamente diferente a lo que había soñado o
imaginado.
—Pasa por aquí— le
indicó James, parándose al frente de una puerta.
Sirius asintió y
abrió la puerta. Otra vez, su mandíbula se desencajó; sin embargo, esta vez por
lo que tenía delante de él: Un angosto y oscuro túnel que le produjo
escalofríos.
—No pasaré por ahí
— dijo, cerrando la puerta de golpe.
—¡Vamos, Canuto! —
exclamó James, rodando los ojos—. Todos cuando llegamos acá debemos atravesar
ese túnel. Además, apenas es de cien metros sin obstáculos ni trampas. No seas
cobarde.
Él no era cobarde,
en lo absoluto. Sólo que no imaginó que
en el cielo existiese un lado siniestro como un túnel negro. Eso era todo.
—¿Estás seguro? —
le interrogó, al cabo de unos segundos, suspirando.
—Sí a ambas cosas.
Es corto y todos debemos atravesarlo— le aseguró James—. Lily te estará
esperando cuando lo atravieses.
—Pero, ¿cómo sabes
que Lily me estará esperando si ella no ha vuelto?
—No te diste
cuenta de nada, ¿cierto? — comentó James, ladeando la cabeza de lado a lado—. Es
comprensible después de todo—suspiró, mientras que él abría sus ojos
ampliamente—. Ya te explicaremos lo que sucede aquí, paciencia. Ahora atraviesa
ese túnel y honra a tu casa en Hogwarts, a Gryffindor.
Sirius asintió,
abrió la puerta y comenzó a caminar lentamente hasta que llegó al final del
aquel túnel. Y tal como lo había dicho su amigo, era corto sin ningún obstáculo
y Lily lo estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Te costó llegar
acá, Sirius? — le preguntó, sonriendo.
—Sí— contestó,
mirando a su alrededor.
La habitación era
muy sencilla, a diferencia de la mansión. En ella había una mesa de centro, unos sofás y un par
de cuadros adornando la sala. Estas características la hacían parecer una sala
de recepción, de esas típicas donde tienes que esperar para que te atiendan.
Suspiró y le prestó atención a la pelirroja.
—Sirius yo me
tengo que ir. Tú quédate aquí hasta que escuches tu nombre— le dijo Lily,
dejándolo aturdido—. Luego nos veremos.
Y dicho eso,
desapareció por el túnel. Sirius quiso seguirla o al menos pedirle que le
explicase qué significaba esta sala y lo que tenía que hacer aquí, pero algo
que no lograba entender, lo detuvo. No entendía nada de nada y necesitaba que
alguien le explicase qué pasaba en este lugar: El cielo.
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