martes, 23 de julio de 2013

Capítulo 1


Disclaimer: Los personajes pertenecen a J.K Rowling. Yo solo soy una fanática que los utilizó para crear esta historia. De modo que, la trama es completamente de mi autoría.
Summary: Después de que Bellatrix Lestrange matase a Sirius Black en el Departamento de Misterios, éste llega al cielo en donde se reencuentra con James y Lily Potter. Y aunque, en un primer momento, se siente desconcertado por la situación, luego de unas horas todo se vuelve más interesante de lo que creyó en un principio, ya que comienzan a llegar las personas que lucharon en la guerra de Hogwarts, ¿quién dijo que estar en el cielo era aburrido?
Capítulo 1: Reencuentro
¿Estaría muriendo?, ¿sería aquel el último instante de su miserable y patética vida?, ¿esto se sentía morir? Francamente, pensó Sirius Black cayendo a través del velo, no lo parecía en lo absoluto; porque sentía  sus ojos adormecérseles a causa de la fatiga  y su cuerpo tornarse tan ligero como una pluma. Su respiración se pausó unos segundos, pero aún así comprendió que estaba entrando en la fase del primer sueño  -o que se desmayaba -, de ninguna manera esto se asemejaba a la muerte. Era simplemente irse a dormir luego de un día largo y agitado.
De improviso, se precipitó  a la superficie y profirió un grito ensordecedor debido a que caería al suelo y se daría un buen golpe en la cabeza. En efecto, cuando cayó en el pavimento se  la golpeó fuertemente. Se llevó, entonces, una mano a ella y emitió un pequeño: << ¡Auch!>> El golpe le había dolido bastante. Otro signo, pensó, de que no estaba muerto y que había despertado a consecuencia de dicho golpe.
Lentamente  se puso de pie, se sacudió la túnica y alzó la vista. Sus ojos, al ver el lugar en donde se hallaba, se abrieron ampliamente.
 ¿De ninguna manera existía un territorio así en ninguna zona del globo terráqueo?  
Recapacitó incrédulo.
No podía ser posible que existiese algo así. Debía y tenía que ser una alucinación que le mostraba su inconsciente para engañarlo o jugarle una broma cruel.
Frotó, acto seguido, sus ojos y se pellizcó el brazo para asegurarse que no estaba soñando. Efectivamente no era un sueño, porque esa acción le había dolido tanto como el golpe en la cabeza. Gruñó enojado, pero ni con eso fue capaz de dejar de admirar el sitio en donde se encontraba.
El lugar era inmenso, tan inmenso que Sirius especuló  que no tenía un final inmediato. Sin embargo divisó,  a unos tres metros, una escalera larga y angosta, la que subió peldaño por peldaño -sin saber por qué lo hacía  - hasta que llegó a otro sitio donde observó un portón gigante y detrás de aquello, a unos cinco metros, una piscina con una estatua la cual lanzaba agua por un orificio y,  decorándola,  cuatro árboles y un montón de  flores. Acompañaba a esa  singular decoración un angosto pasillo con cerámicos brillosos.
 ¡Genial! Pensó, rodando los ojos, me estoy volviendo loco o tengo alucinaciones, ¡fantástico!
No obstante, con las manos detrás de su espalda y emitiendo un pequeño silbido, atravesó ese portón y comenzó a caminar lentamente por el lugar admirando cada detalle del sitio: Arbustos, flores, estatuas, pequeños lagos, caminos con baldosas, casas, paredes adornadas con guirnaldas. Parecía una pequeña ciudad, pero había algo en ella que no lograba descifrar y que la hacía diferente a cualquier otra, aunque no sabía qué podría ser esa cosa que hacia la diferencia.
Nada tenía sentido para él. Absolutamente nada. Siguió caminando con el ceño fruncido y sin  entender ningún ápice de lo que sucedía a su alrededor, ni pretendía comprenderlo en un futuro cercano. Tenía asuntos importantes que hacer en ese momento, sin embargo, no podía recordar qué cosas podrían ser. Era como si alguien le hubiese sacado los recuerdos de su mente y por más que intentase recordarlos, no llegaban a él. Este lugar, recapacitó, lo estaba trastornando física y psicológicamente.
Harry Potter.
 Dijo, entonces,  su voz de la consciencia, recordándole  lo que hace unos instantes - o quizás horas  atrás - acontecía en el Departamento de Misterios.
 ¿Qué le habría pasado a su ahijado?
Preocupado, echó a correr buscando el medio de volver  suponiendo que debía estar en una de las tantas habitaciones prohibidas del Ministerio de Magia y que, de un instante a otro, encontraría una puerta que lo llevase de nuevo a la batalla con Bellatrix Lestrange, su queridísima prima.
Corrió, corrió y corrió, pasando por varios pasillos de similares características a los que vio al llegar; pero en ningún momento apareció aquella anhelada puerta. Desesperado por lo que podría estar sucediéndole a Harry, se arrodilló en el suelo, se tomó la cabeza entre las manos y empezó a sollozar. El tiempo parecía avanzar cada vez más rápido mientras él lloraba por su mala suerte.
No. No. No
 Él no podía perder el tiempo ni sentir debilidad en esos instantes. Él debía encontrar aquella maldita puerta y volver con su ahijado. Se lo debía por todos años en que estuvo ausente y, especialmente, se lo debía a sus amigos; James y Lily. Él tenía que ponerse de pie y seguir buscando esa puerta, costara lo que le costase.
De un salto, se puso de pie y reanudó su búsqueda; sin embargo, entre más corría, más le parecía que no había un fin en aquel misterioso lugar. Los minutos, según le pareció, trascurrían demasiado rápido mientras seguía corriendo, buscando una estúpida puerta la cual no aparecía por ningún lado.
 De a poco comenzó a perder las fuerzas, sintiéndose cansado y mareado a causa de la exploración. La respiración se le entrecortó y se le agitó. Asustado, se llevó una mano a su pecho antes de arrodillarse en el suelo una vez más. Necesitaba recargar sus energías para seguir con su misión.
Cuando las hubo recargado, diez minutos después, siguió la búsqueda.  No obstante, tres minutos más tarde, se detuvo y su boca, nuevamente, se abrió ligeramente.
¿Un parque con columpios, bancas y personas en medio de una habitación del Ministerio?, ¿Era real? , ¿Era posible?
Un gran no se apoderó de él. Esto era irreal. Era imposible.
Aunque anteriormente, se dijo, había pensando que era una ciudad y claramente el parque era una parte esencial de cualquier ciudad.
Se sacudió, entonces, la cabeza. Nada tenía sentido en esta… ¿ciudad?, ¿habitación prohibida del Ministerio? Definitivamente algo era, el único problema es que no lo sabía. En ese momento, algo lo sacó de sus pensamientos: Una risa sofocada.
Enojado por aquel sonido, miró en todas las direcciones cruzado de brazos, intentando ver a la persona que emitía esa risa. Durante unos segundos, no vio a nadie; pero pasados unos minutos notó algo que lo dejó en transe.
Imposible. No puede ser. Es irreal, a menos que…
Meneó la cabeza intentando salir de ese estado. Lo logró a duras penas, ya que las personas que estaba viendo debían estar muertas hace muchísimos años. Y si los veía, eso significaría que él también estaba muerto.
—Vamos, Canuto— le habló James Potter, frunciendo el ceño—. Parece que has visto a un fantasma.
— ¡James! — le regañó Lily Potter, pegándole en la nuca. James profirió un << ¡Auch!, ¡Eso me dolió, Lils!> > antes de que ella continuase reprendiendo a su marido—. Sabes que es difícil asimilar que uno está muerto cuando llega aquí.

Sirius tragó saliva, nervioso y entrelazó sus traslucidos dedos.

Muerto. Muerto. Muerto.

La palabra se le quedó grabada en su cerebro, repitiéndose una y otra vez en su mente como si fuese un eco.

Estoy muerto. Bien muerto.

Se dijo, suspirando lentamente al cabo de un segundo.

Dale, lo aceptaba de buena manera; sin embargo,  había dejado solo  a Harry sufriendo la persecución de Voldemort y de sus seguidores. Además, siendo tratado como un mentiroso por la comunidad mágica por haber presenciado el regreso del innombrable y siendo humillado por los Dursley.
E independientemente  a que tuviese a Ron, Hermione, Remus, Tonks, Albus Dumbledore y los Weasley cerca de él, aún se sentía desdichado  al morir en esos momentos, dejándolo con todo aquello sobre sus hombros,  ya que él, Sirius Black, era su tutory  tenía el deber de protegerlo de cualquier cosa y nada podía ser más horrible que comprender que él jamás estaría con su ahijado para darle consejos o hacerlo sentir bien.  Se llevó, entonces, una mano a su afligido corazón. Harry lo pasaría mal cuando asimilase que él ya no pertenecía a su mundo.

Pero aún así esbozó una gran sonrisa. Sus dos amigos, sus queridísimos amigos se encontraban parados  frente suyo, mirándolo con una expresión desconcertada que casi le hizo reír; sin embargo, se contuvo. Sirius no se podía reír de sus rostros cuando recién veían reencontrándose luego de tantos años separados a causa de la muerte.

Entonces sin pensarlo, se abalanzó sobre James; no obstante, no lo abrazó como tenía previsto sino que lo traspasó y quedó tendido en el suelo una vez más.

— ¡Maldita sea! — gruñó, parándose bruscamente—. Otra vez lo mismo.
—No te enojes, Canuto— James rió disimuladamente—. Cuando se llega aquí, pasa eso.
— ¡Eh! — soltó, abriendo sus ojos absolutamente perplejo.

Lily bufó y rodó los ojos. Ella seguía igual a como él  la recordaba: Alta, pelirroja, ojos color verde esmeralda y el mismo carácter que siempre la había caracterizado. James, en tanto, seguía con el idéntico cuerpo y contextura que tuvo en vida: Algo flacucho, medio alto, ojos color avellana y con su cabello azabache indomable.

Todo parecía como en aquellos viejos tiempos. Esos tiempos que jamás olvidaría: Sus andanzas en el colegio, las noches a la luz de la  luna llena  y las bromas junto a Remus y a una cierta rata traidora. Era tanto lo que habían vivido que parecía una  mentira que nuevamente estuviesen juntos. Quiso sollozar, pero se contuvo.

—Lo que quiere decir mi marido, Sirius, es que cuando  llegas aquí y te das cuenta que estás muerto, buscas desesperadamente a alguien conocido y cuando lo encuentras e intentas abrazarlo, lo traspasas porque no estás acostumbrado a ser un alma debido a que piensas que todavía tienes un cuerpo sólido.
—¡Oh! — exclamó, rascándose la cabeza.
—Te cuesta dominar el tacto de alma a alma. Es algo sumamente complejo— añadió James con un gesto pensativo—. Pero no hablaremos de eso ahora.

Y dicho eso, James lo abrazó fuertemente. Por unos segundos, Sirius se quedó absolutamente quieto, sintiendo los brazos de su amigo sobre él. Pero luego, se movió  y quiso abrazarlo para que su amigo sintiese cuánto lo había extrañado. De inmediato recordó que no lo podía abrazar, porque no sabía esa cosa del tacto de alma a alma, lo cual era sumamente curioso e intrigante. Suspiró rendido y dijo:

—Te extrañe, Cornamenta. No sabes cuánta falta me hiciste todos estos años.
—Yo igual, Canuto.

Sirius le sonrió, sintiendo caer unas lágrimas por sus mejillas. James imitó el gesto, sollozando. En ese momento Lily, quien miraba la escena gimoteando, se le acercó y lo besó en la mejilla.

—Nos hiciste falta, Sirius, y mucho. Añorábamos tu forma de ser.

Sirius ensanchó aún más su sonrisa, todavía llorando. Se sentía dichoso de volver a estar con dos de sus amigos después de haberlos perdido.

—Te vez tan viejo y canoso, hermano— se rió James—. Y yo tan joven.
—¡Oye! — resopló Sirius, secándose las lágrimas—. Yo seguía viviendo en la tierra, lo cual me hizo envejecer.
—No como yo, que llegué acá y me quedé con mis veintiún años para toda la eternidad— James hinchó el pecho orgulloso, mientras Lily rodaba sus ojos.
—Exacto—sonrió Sirius—. Aunque eso te hace menor que mí. Tú eres un jovenzuelo y yo un adulto responsable. Me debes respeto, Cornamenta.
—¡Mentira! — James se cruzó de brazos enfadado—. Soy tan adulto como tú mismo.
—Absolutamente no. Yo seguí avanzando en el ciclo de la vida y lo sabes.
—No, yo soy un adulto.
—Un adulto joven y yo todo un adulto, admítelo, Cornamenta.

Dicho eso, Sirius rió y James imitó su gesto aunque se encontraba irritado, ¡cómo había extrañado sus conversaciones sin sentido!, ¡cuán dichoso se sentía porque podrían volver a ser lo que eran en vida!, ¡cuán agradable era todo esto!

Aun no podía creer que estuviese muerto y con dos de sus mejores amigos. Esto era magnífico, a pesar de haber dejado a su ahijado solo.

— ¿Qué les parece si mejor nos vamos a la casa? — preguntó Lily, sacándolo una vez más de sus pensamientos y tomándole la mano a James. Ella se veía radiante por la escena que acababa de presenciar—. Nos sentiremos mejor conversando allá que acá.
—Espera—dijo Sirius, pasándose una mano por el rostro—, ¿tienen un casa?, ¿aquí?, ¿justo aquí?
—No viste los caminos y las casas mientras corrías, Canuto.

Sirius se puso una mano en la barbilla. Claro que había visto las casas mientras corría para buscar esa puerta que jamás apareció, pero en ese instante había pensando que aún se encontraba vivo, no muerto. Suspiró y se frotó la sien. Tenía tantas dudas sobre este lugar y cómo desenvolverse en él que  ya no quería ni pensar.

—Muy bien, vamos a su casa. Quiero conocerla.

Lily esbozó una amplia sonrisa antes de ponerse a caminar junto a su marido. Sirius caminó  muy cerca de ellos con millones de preguntas que hacer cuando estuviesen en la comodidad del hogar Potter.

Se preguntaba, eso sí, cómo serían las casas en este mundo, que él apodó cielo. Además, le intrigaba la vida que llevaban las almas, ¿sería tan igual a la tierra?, ¿o habrían diferencias notables? Meneó la cabeza para sacar esos pensamientos de su mente, porque lo sabría en unos cuantos minutos más o eso era lo que creía.

No obstante, seguía preocupado por la suerte que tuvieron Harry, Ron, Hermione, Luna, Neville y Ginny en el Departamento de Misterios. Rogaba que los seis estuviesen a salvo en Hogwarts, específicamente en la enfermería, recuperándose de las heridas que sufrieron. También pedía que nunca más se volviesen a involucrar en asuntos tan peligrosos como ir al Ministerio sin permiso de nadie; pero de igual forma estaba seguro que pedir algo así era casi imposible dado a todo lo que todavía le faltaba por enfrentar a su ahijado.
Suspiró resignado. Harry jamás se mereció tener que afrontarse a esas cosas a causa de un ser despiadado como Voldemort. Él se merecía haber tenido unos padres cariñosos, un padrino consentidor, una niñez y adolescencia normal, y una vida como la de cualquier otro.

Sin embargo, aún tenía la esperanza que cuando la batalla se terminase – y rogaba a quien sea que fuese Harry el que venciese -  él pudiese tener todo aquello que le fue arrebatado a tan corta edad. Deseaba que su ahijado no tuviese que preocuparse por magos malignos y que tuviera una vida plena y feliz. Lo anhelaba de todo corazón.

—Llegamos—anunció Lily, sacándolo de sus pensamientos.

Sirius se sacudió la cabeza y miró  la casa enfrente de él. Su mandíbula cayó al instante.

¿Una mansión?, ¿una inmensa mansión?, ¿aquí vivían sus amigos?, ¿en el cielo también existía la dicotomía de pobres y ricos?

Era completamente absurdo, una total locura.

—Pasa, Canuto. Y no te quedes mirando como bobo la casa.

Sirius dudó que esa mansión con un inmenso jardín fuese una simple casa, pero aún así asintió y siguió a su amigo.

Cuando entró en ella, su mandíbula se volvió a desencajar, ya que el interior era más espectacular que el exterior: Los muebles relucían como si fuesen nuevos, los sofás de cueros, las mesas de nueve sillas estilo colonial, las estatuas, plantas, cuadros y otros adornos daban la sensación de estar en la tierra, concretamente en una mansión lujosa.

—¿Una mansión?, ¿viven en una mansión? —preguntó Sirius estupefacto.
—Es un tema que te explicaremos en breve— le aseguró Lily, yendo a otra habitación que supuso debía ser la cocina, si es que en el cielo también comían.
—Cornamenta—llamó a su amigo, viendo a Lily desaparecer y dejándose caer en un sofá.
—Dime, Canuto— James imitó la acción de su amigo.
—¿existen los pobres y los ricos en el cielo? Es que me parece muy extraño que sea tan igual a la tierra, donde la gente vive en una desigualdad social enorme.
—Paciencia, Canuto. Te aseguro que pronto entenderás lo que pasa aquí.

Sirius asintió no muy convencido. Era insólito para él que esas distinciones sociales existiesen en un lugar como este. Sin embargo, decidió hacerle caso a su gran amigo.

—¿Cómo es la vida acá? — le preguntó, al cabo de unos segundos, Sirius, echando un vistazo a las paredes y los adornos.
—Demasiado tranquila, sin presiones— sonrió James.
—Cuando dices sin presiones te refieres a que no hacen nada— interrogó él, levantando una ceja.
—No trabajamos ni estudiamos, si es a lo que te refieres—James seguía sonriendo, mientras Sirius lo veía perplejo—. Nos dedicamos a reflexionar, conversar,  ir y venir de un lado al otro, y otras actividades interesantes.
—¡Qué aburrido suena! — exclamó, suspirando.
—No es aburrido y te darás cuenta pronto por qué.

Sirius resopló, viendo a su gran amigo esbozar una inmensa sonrisa. Él seguía dudando que las cosas que mencionaba tuviesen algo de divertido, sobre todo eso de reflexionar, ¿qué se suponía que tenían que pensar?, ¿cosas terrenales?, ¿de la aburrida vida que llevaban?, ¿de las conversaciones acerca de su vida en la tierra?, ¿de qué significaba ser almas?, ¿ir de visita a otras casas para seguir conversando?, ¿ir al parque? No tenían ninguna entretención para él las actividades que le nombraba James. Y ahora tendría que pasar una eternidad en el cielo, haciendo esas tareas. Resopló fastidiado. Lo único bueno del asunto era que estaría con sus dos amigos.

—Canuto, sígueme—le habló James, sacándolo de sus pensamientos.

Instantáneamente, Sirius se puso de pie y comenzó a caminar, siguiendo a su amigo del alma. Pero al dar dos pasos, paró abruptamente.

—¿Y la pelirroja , dónde está? —le preguntó, mirando a todos lados para buscarla.
—No te preocupes, no espera en esa habitación—James la apuntó con unos de sus dedos—. Tuvo que hablar con una secretaria.
—¿Secretaria? —le  interrogó, atónito.
—Te darás cuenta en breve de qué hablo.

Dicho eso, James siguió avanzando. Sirius se apresuró a llegar a su lado con miles - o quizás millones - de preguntas en su interior. Cada minuto que pasaba, más se confundía. El cielo era completamente diferente a lo que había soñado o imaginado.

—Pasa por aquí— le indicó James, parándose al frente de una puerta.

Sirius asintió y abrió la puerta. Otra vez, su mandíbula se desencajó; sin embargo, esta vez por lo que tenía delante de él: Un angosto y oscuro túnel que le produjo escalofríos.

—No pasaré por ahí — dijo, cerrando la puerta de golpe.
—¡Vamos, Canuto! — exclamó James, rodando los ojos—. Todos cuando llegamos acá debemos atravesar ese túnel. Además, apenas es de cien metros sin obstáculos ni trampas. No seas cobarde.

Él no era cobarde, en lo absoluto. Sólo que  no imaginó que en el cielo existiese un lado siniestro como un túnel negro. Eso era todo.

—¿Estás seguro? — le interrogó, al cabo de unos segundos, suspirando.
—Sí a ambas cosas. Es corto y todos debemos atravesarlo— le aseguró James—. Lily te estará esperando cuando lo atravieses.
—Pero, ¿cómo sabes que Lily me estará esperando si ella no ha vuelto?
—No te diste cuenta de nada, ¿cierto? — comentó James, ladeando la cabeza de lado a lado—. Es comprensible después de todo—suspiró, mientras que él abría sus ojos ampliamente—. Ya te explicaremos lo que sucede aquí, paciencia. Ahora atraviesa ese túnel y honra a tu casa en Hogwarts, a Gryffindor.

Sirius asintió, abrió la puerta y comenzó a caminar lentamente hasta que llegó al final del aquel túnel. Y tal como lo había dicho su amigo, era corto sin ningún obstáculo y Lily lo estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Te costó llegar acá, Sirius? — le preguntó, sonriendo.
—Sí— contestó, mirando a su alrededor.

La habitación era muy sencilla, a diferencia de la mansión. En ella  había una mesa de centro, unos sofás y un par de cuadros adornando la sala. Estas características la hacían parecer una sala de recepción, de esas típicas donde tienes que esperar para que te atiendan. Suspiró y le prestó atención a la pelirroja.

—Sirius yo me tengo que ir. Tú quédate aquí hasta que escuches tu nombre— le dijo Lily, dejándolo aturdido—. Luego nos veremos.

Y dicho eso, desapareció por el túnel. Sirius quiso seguirla o al menos pedirle que le explicase qué significaba esta sala y lo que tenía que hacer aquí, pero algo que no lograba entender, lo detuvo. No entendía nada de nada y necesitaba que alguien le explicase qué pasaba en este lugar: El cielo.


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